Javier Angulo: “El cine puede ser muy efectivo en la concienciación medioambiental”

Javier Angulo: “El cine puede ser muy efectivo en la concienciación medioambiental”

 

El director de la Seminci preside el jurado de la vigésima edición de FICMEC

Javier Angulo es periodista de vasta trayectoria y, desde 2008, director de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci). Aunque sus comienzos profesionales estuvieron en la corresponsalía de El País en el País Vasco en los años más duros –de 1976 a 1982–, tiempo después habría de tropezarse con la que, según confiesa, era una de sus pasiones en la época universitaria: el cine. Angulo preside este año el jurado del Festival Internacional de Cine Medioambiental de Canarias (FICMEC), un encuentro que alaba por su contenido y su longevidad.

-¿Qué impresión se lleva hasta el momento de FICMEC?

-Es un festival que sabe lo que quiere, y veinte años es muchísimo, es mucha solera. Un buen festival tiene que tener detrás un público, una ciudad y buen cine, y aquí lo hay. Han hecho una gran selección y yo estoy aprendiendo mucho.

-En la Seminci también se está abordando últimamente el problema medioambiental, ¿no es así?

-Bueno, David me llamó para invitarme precisamente porque yo llevo ya cinco años haciendo en la Seminci una jornada que se llama “Día del cine y del cambio climático”. Lo que pretendemos, con debates y proyecciones, es saber qué está haciendo el cine para sensibilizar a la gente, en especial la gente joven, con los efectos del cambio climático: qué puede hacer el cine y cómo está mostrando este proceso del cambio climático. Y lo está mostrando muy parcialmente; pasa de puntillas o lo muestra de manera colateral o con paternalismo. Falta una concienciación de los guionistas, sobre todo. El cine de ficción puede ser muy eficaz en este sentido, y Avatar es un buen ejemplo. Este año vamos a reunir a científicos que saben mucho sobre el cambio climático, pero a los que a la vez les gusta el cine y saben de cine, con guionistas y directores de cine para explicarles, para tratar de sensibilizarlos, contarles cómo hay que enfocar estas cosas, cómo hacer para ayudar a sensibilizar sobre el cambio climático.

-¿Cómo llegó usted del periodismo al mundo del cine? ¿Había un gusto previo por el séptimo arte o lo trató como un objeto informativo más?

-Yo soy periodista antes que nada y llegué al cine, efectivamente, como objeto informativo, pero hay un antes y ese antes es que yo empecé haciendo información política: nada más nacer El País fui corresponsal en el País Vasco, hasta el año 1982, en que fui a Madrid como subjefe de política y después jefe de política hasta el 89. Entonces me hice cargo del dominical de El País. Después me fui a hacer revistas de imagen y un día Juan Luis Cebrián me propuso hacer una revista de cine. Hice todo el diseño, me fui por el mundo y fundamos Cinemanía.

-Pero existía ese interés previo suyo por el cine…

-Yo he sido un loco del cine desde mi época de la universidad. Me metía en el cine y me veía tres sesiones en una tarde. A mí me ha chiflado siempre y he visto mucho cine; no he sido un experto de estos que se saben todos los títulos de Kurosawa como quien se sabe la lista de los reyes godos, pero siempre he tenido una especial predilección y una sensibilidad hacia el cine. Entonces, en Cinemanía empecé a conocer la otra parte del cine, lo que está detrás de las cámaras, que es lo más apasionante: cómo se hacen las películas. Ahí empiezo a admirar a los actores y a las actrices no como mitos, sino como personas, y me convierto en un loco del cine. Y estoy en Cinemanía once años como director; viajo por el mundo y aprendo mucho.

-¿Cómo llegó a la Seminci?

-Bueno, estando en Cinemanía yo había trabajado para el Festival de Málaga como asesor y justamente en el año 2008, que me había roto una pierna y estaba en casa, me llamaron de Valladolid para proponerme ser director de la Seminci, y hasta hoy. Lo bueno es que conocía los dos lados: he sido un loco del cine toda mi vida, nunca he dejado de ir al cine ni de consumirlo –y he tenido mi época de mitómano–, y por otra parte está el periodismo, lo cual me ha hecho ser curioso para saber más sobre el mundo del cine. Y trabajando con Málaga adquirí la manera de ver desde este lado: cómo vender, como programar.

-¿Cree que las nuevas plataformas de televisión y cine a la carta le están haciendo daño a la industria del cine?

-Muchísimo, porque pueden acabar con la distribución de cine como negocio y están poniendo en muy serio riesgo las salas como manera de ver el cine de verdad, es decir, cada vez más la gente joven y otra no tan joven ve el cine en casa, lo ve en una pantalla de ordenador, en una tableta o en un televisor, pero esa película ha sido hecha para ser vista y oída en una gran sala, con alta definición. Todo eso se va al carajo cuando tú lo pones en una tele. Nosotros en la Seminci metemos a 26.000 de escolares a ver cine en salas; pues bien, el cincuenta por ciento nunca había entrado en una sala de cine, y alucinan, flipan, montan un guirigay, se ponen histéricos, porque esas películas no han sido hechas para verlas en un formato pequeño.

-¿Y cuál es la solución?

-Una vez montada la película, tiene que ser distribuida en las salas de cine para que las proyecten los exhibidores. Si tú compras una peli a la carta a través de Netflix te estás cargando el trabajo de los distribuidores y de los exhibidores. Lo que hay que hacer es poner ventanas: “Mire usted, esto no lo puede vender en televisión hasta que esta película esté explotada en salas de cine”. Así se da la posibilidad de que el público las pueda ver en el cine, porque han sido hechas, insisto, para verse en ese formato: en gran definición y en 24 puntos de sonido; ese es el gran espectáculo del cine, que cada día es más impactante.

-¿Cree que ha decaído el género de la crítica cinematográfica en España?

-La crítica incomoda a las grandes distribuidoras, que gastan mucho dinero en promoción de sus películas en los grandes medios de comunicación. El crítico tiene que ser independiente y decir lo que piensa de la película, y eso a veces choca contra los intereses del periódico, que necesita la publicidad de las películas; y eso está arrinconando a la crítica independiente. Pero en España sigue habiendo una serie de críticos muy respetables, aunque faltan mujeres, algo que está siendo muy debatido. La crítica tiene que existir, porque intenta ser una opinión independiente, alejada de los intereses de marketing de las grandes distribuidoras mundiales, que gastan muchos millones en crear una opinión y en mover a la gente para que vaya a ver las películas, sean buenas o malas.