Albert López: ‘Para un animal, un zoológico es como el campo de concentración de Treblinka’

Albert López: ‘Para un animal, un zoológico es como el campo de concentración de Treblinka’

El protagonista de ‘Ulisses’ compartirá su experiencia trabajando en el zoo de Barcelona durante casi 30 años en Buenavista este sábado 5 de junio

Después de casi treinta años trabajando en el zoo de Barcelona, Albert López decidió dejar atrás el entrenamiento de cetáceos porque se dio cuenta de que los animales en cautividad “sufren una cadena perpetua, malos tratos y torturas”. Entabló una gran amistad con la famosa orca Ulisses, al que le dedicaba tiempo al terminar de trabajar para jugar con él “sin pescado ni recompensas”. Tras 25 años, el ex-entrenador y la orca se encuentran. El cortometraje de Joan Bover, ‘Ulisses’, trata este emotivo reencuentro. La proyección será este sábado 5 de junio a las 17.00 horas en el exterior de la biblioteca buenavistera.

Durante 14 años fue compañero de Ulisses. ¿Cuándo tomó consciencia de que trabajar allí no era lo que quería? ¿Se arrepiente de haber formado parte de un zoológico?

Tomé consciencia el primer día de trabajo, con la primera faena que me encomendaron: matar (asesinar) un dingo (es un perro salvaje australiano). Cuando pregunté por qué debíamos hacerlo, la respuesta fue: “No hay instalación para él”. Este es un hecho muy habitual en zoos. Allí entendí que si te gustan los animales en el último sitio que debes trabajar es en un zoo…

Aguanté tanto tiempo porque mi padre me enseñó que si algo no te gusta tienes dos opciones: irte o bien quedarte y tratar de cambiarlo. Decidí lo segundo. Creo que en 30 años alguna cosa cam-bié, o al menos eso me gusta pensar. Pero al final te das cuenta de que lo verdaderamente impor-tante no puedes cambiarlo. Esto es: la mentalidad de la sociedad ante la cautividad.

En parte sí me arrepiento de haber formado parte de ello. Por esto me siento en deuda con los millones de animales que siguen sufriendo una condena a cadena perpetua, malos tratos y tortu-ras, por el mero hecho de ser simpáticos, bonitos, agradables, curiosos,… Desde entonces nunca evito la oportunidad de contar lo que sé, como ahora mismo. Vivimos en la cultura de la inmediatez y no podemos “perder el tiempo” esperando entre matorrales para ver un zorzal, un corzo
o una cierva con su cervatillo. Pagamos y lo queremos ver ¡ya!

A pesar de no estar de acuerdo con el tratamiento de los cetáceos logró entablar una pro-funda relación con Ulisses, por ejemplo. ¿En qué sentía que la orca era algo más que un animal para usted? ¿Qué comportamientos de la orca denotaban ese feeling?

Ulisses y yo compartíamos un rasgo común: estábamos solos en un entorno hostil. Él era la única orca del delfinario y yo nunca me sentí uno más de la plantilla. Sí, trabajaba allí e hice algún amigo, pero circunstancial. Creo que eso fue lo que nos unió. Cada día, al finalizar el trabajo, dedicaba un tiempo a jugar con él, sin pescado ni recompensas por el medio, solo jugar. Nunca me metí en la piscina sin su consentimiento, que consistía en que él pusiera su lomo en contacto con mis pies que estaban parcialmente sumergidos.

El cortometraje documental trata sobre su reencuentro con Ulisses, ¿cómo fue el proceso de rodaje? ¿Cuál fue el momento más emotivo?

Sí, Joan Bover tenía una idea en la cabeza que me pareció genial el día que me la propuso: usar el paradigma de Ulises en la Odisea, pero al revés: en vez de ser Ulises el viajante, era yo quien iba a su encuentro. ¡Fascinante!

Los momentos emotivos del rodaje fueron muchos. Cada vez que Joan o Toni (el cámara) conse-guían una toma buena y lo que era una idea tomaba forma y se materializaba, la euforia y sus ca-ras no tenían precio. Fue un proceso genial del cual me siento afortunado de haber podido vivir. Evidentemente, el reencuentro con Ulisses fue uno de estos momentos. Pero esa emoción fue de una tristeza profunda: en estos 25 años yo he tenido más hijos, he cambiado varias veces de traba-jo, casa, pareja, etc… él, solo ha dado vueltas y vueltas.

¿Cree que las nuevas generaciones siguen viendo a los zoológicos de la misma manera que los niños de los 90?

Espero que no. Aunque hay señales preocupantes. La película ‘Buscando a Nemo’, por ejemplo, es obviamente una película conservacionista donde el dentista y su sobrina son destacados como los “malos”, “tontos” o “indeseables”. Pues bien, gracias a este film casi extinguimos la población de peces payaso o cirujanos (Dolly) del planeta. Todos los niños querían un acuario con un Nemo
y una Dolly, y todos los padres se los compraron para acabar muertos de hambre o arrojados por el desagüe cuando pasó la euforia y un nuevo héroe asaltó las pantallas.

Tenerife alberga uno de los zoológicos con más fama de Europa. ¿Conoce el Loro Parque? ¿Qué opinión le merece?

Tendrá fama porque tiene un buen departamento de marketing. Para mi, y perdona la comparación, es como si me preguntaras qué opinión me parece el campo de concentración de Treblinka en comparación con los demás. Lo siento.

Ha tenido un proyecto que vela por la conservación de diferentes especies. ¿Es esta su verdadera vocación?

Sí, proyecto NINAM. La crisis de 2008 provocó un descenso de la demanda de salidas (único mé-todo de financiación) con lo que el banco ejecutó la hipoteca que pesaba sobre el barco y me fue embargado. Así, el proyecto, como tal, murió. Sigo al pié del cañón, tanto como puedo. Ahora, por ejemplo, o luchando en la defensa de nuestra casa -refiriéndose al planeta-. Oikos en griego, de donde nace la palabra ecología.

¿Qué espera de su visita a FICMEC (Festival Internacional de Cine Medioambiental de Canarias)?

No suelo esperar nada de nadie, ni de ningún evento. Solo me maravillo de que aún queden ganas de organizar festivales como FICMEC. Por lo que os felicito y os animo a que sigáis contra viento, mareas, pandemias y otros avatares para que siga realizándose cada año.