28 May Patricia Gualinga: “Las mujeres indígenas nos hemos puesto en la línea del frente para hacer escuchar nuestra voz”
La activista ecuatoriana recibe el Premio Brote al Activismo Medioambiental de FICMEC.
Hace quince años, Patricia Gualinga, del pueblo indígena de los sarayaku, trabajaba como funcionaria en el Gobierno de Ecuador cuando el territorio en el que vivían su familia y toda la comunidad a la que ella pertenece se vieron amenazados por la ambición de una empresa petrolera que quería hacerse con su tierra. Las máquinas nunca pudieron entrar, pero las múltiples amenazas de los especuladores siguen ahí. Por eso, desde entonces no ha dejado de luchar ni un solo día para defender lo que es suyo, y esa es la razón por la que ha recibido el Premio Brote al Activismo Ambiental de FICMEC. Este martes 28, a las 18.30 horas, estará en la Casa de los Capitanes de La Laguna para dar a conocer su causa.
-¿Qué siente al saberse ganadora del Premio Brote al Activismo Medioambiental de FICMEC?
-Para mí es un honor recibir este premio. Cuando David Baute [director del festival] me dio la noticia me quedé sorprendida de que en un lugar tan lejano como Canarias supieran de nuestra lucha y resistencia. Para mí realmente es un honor porque vi que las que me antecedieron son mujeres a las que yo he admirado muchísimo, como lo fue Berta Cáceres, de Honduras, o Ruth Buendía, de Perú, y otras personas. Me siento muy honrada de haber sido premiada en este festival.
-El dinero de la recaudación de la taquilla de FICMEC irá destinado a proyectos relacionados con su causa. ¿Les será de utilidad esta colaboración?
-Hay dos líneas en las que estoy comprometida. Una es el pueblo sarayaku y tiene varios proyectos; uno de ellos es el de la Frontera de Vida, de la Asociación de Sabios, al que destinaré el 50% de ese dinero. El proyecto consiste en sembrar árboles frutales de largo alcance que armen una frontera visible a lo largo de los años en medio de la naturaleza misma que es la Amazonía. La otra parte la dedicaré a apoyar a las mujeres amazónicas que están en resistencia. Como no somos una sola organización, sino que somos de diversos pueblos y nacionalidades, toca ver cuáles son las necesidades de cada una para apoyarlas en sus planes de resistencia o en sus formas de organización frente a las petroleras.
-¿De qué o de quién se están defendiendo los sarayaku? ¿Por qué es conocida su causa como mujer de ese pueblo?
-Yo creo que fui conocida a raíz de la lucha del pueblo sarayaku contra las petroleras porque logramos que una empresa saliera y conseguimos ganar un juicio internacional de derechos humanos en la Corte Interamericana, en Costa Rica, y porque hemos creado un precedente jurídico muy importante para los territorios de los pueblos indígenas a nivel global, que es que la consulta previa, libre e informada sea vinculante y que los pueblos indígenas sean consultados antes de que haya concesiones de actividades petroleras o mineras en nuestros territorios. En ese contexto, se ha dado el ejemplo para que otros pueblos puedan tener esa inspiración de seguir luchando, y los resultados son muy visibles: ahora muchos otros pueblos han empezado a luchar contra hidroeléctricas, contra la minería, y en los últimos años las mujeres nos hemos puesto en la línea del frente para hacer escuchar nuestra voz.
-¿Eso significa que la amenaza de esas poderosas empresas ha sido paralizada legalmente o todavía existe la posibilidad de que encuentren otros mecanismos, ya sean legales o no legales, para hacerse con los recursos naturales de esos territorios?
-A lo largo de estos casi quince años hemos logrado paralizarlas, aunque siempre buscan un nuevo frente para entrar. Nuestra lucha ha botado abajo rondas petroleras, nunca han podido ingresar fácilmente: aunque han concesionado, no han podido ingresar al territorio. La resistencia de las mujeres y de los pueblos indígenas ha hecho que no se expanda más la frontera petrolera. Y eso implica que ellos busquen nuevas fórmulas para poder seguir ingresando, nuevas formas de intento de desprestigiar nuestra lucha, pero hasta el momento seguimos en pie ahí.
-Usted ha sido amenazada por defender el suelo sobre el que vive. ¿Las agresiones de las grandes empresas han llegado más lejos en otros casos?
-El año pasado varias de nosotras fuimos amenazadas de muerte, quemaron la casa de una de nuestras compañeras; donde nos reuníamos, justamente. Hemos puesto las demandas respectivas para que se investigue, pero nunca han tenido resultados, nunca han dado con los responsables. Nosotras hemos estado bajo amenazas, pero en otras provincias otros defensores han aparecido muertos y tampoco hay responsables porque las muertes no son vistas como muertes por activismo, sino más bien como fortuitas: nadie sabe quién fue el asesino y nunca se esclarece. Sin embargo, nosotras, a pesar de estar en esta situación, también nos protegemos entre nosotras; en el caso de las mujeres somos un grupo. Si están amenazando a una, buscamos estrategias para que eso sea visible, para que esté segura, para que el Gobierno sepa que no nos vamos a dejar.
-Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y la famosa Agenda 2030 parece que se presentan como la última oportunidad para el futuro de la humanidad. ¿Cree que servirán para algo?
-Yo creo que la Agenda 2030 tiene buenas intenciones, pero hasta ahí llegó; no tiene una aplicación dentro del marco de los gobiernos o dentro de políticas claras que sean aplicables en territorio, y solo ha quedado en grandes reuniones. Y eso es un gran problema porque en el ámbito de la sostenibilidad y el cambio climático todo el tiempo se basa en negocios, en cómo negociar el clima, en cómo sacar dinero de la naturaleza. Yo siempre digo que me sorprende que todavía no hayan privatizado el sol, porque son muy capaces. Han privatizado el agua, tratan mediante cálculos matemáticos de negociar con el bosque… Eso es un juego que no se debería hacer, se debería tomar una decisión muy clara, muy seria, porque no se está hablando solamente de un mercado, se está hablando de la vida del planeta, y en ese contexto tiene que haber una aplicación real. Si la naturaleza sigue en pie y hay algo de equilibrio en el planeta es porque los pueblos indígenas y muchos otros estamos al frente dando nuestra vida para que la naturaleza sea respetada.
-Una vez comprobado el fracaso del capitalismo, ¿cuál es la alternativa?
-Si observamos el modelo económico en el que estamos basados, vemos que está sustentado en extracción de recursos no renovables que después contaminan el ambiente. Tiene que empezar una inversión en alternativas, tal vez no solo en una, sino en varias, que tengan que ver con ese modelo sostenible. El hombre tiene que empezar a pensar que no puede seguir con un proceso de acumulación que está destruyendo la vida del planeta. Tal vez empezar a hacer políticas públicas que controlen y regulen a las empresas contaminantes con una nueva forma de reestructuración y un nuevo pensamiento. No sé si esa sea la alternativa al capitalismo, pero es una nueva forma de pensar la vida, de relacionarse con la vida. No estamos diciendo que renuncien a la energía, a la electricidad, sino que empiecen a construir nuevas formas, porque tengo entendido que científicamente ya tienen muchas cosas que han investigado y descubierto.
-¿Cómo cree que habría sido su vida si no la hubiera dedicado a defender a su pueblo?
-Yo era una joven que tenía mucha aspiración de ser una profesional, de ayudar a mi familia, de posiblemente ser empresaria de alguna cosa, y cuando estalló el problema yo era funcionaria pública, era subsecretaria de Turismo de la región amazónica, muy cerca de la ministra y del Gobierno. Tenía aspiraciones personales muy propias, pero no se pueden anteponer esas aspiraciones cuando ves que tu pueblo va a ser despedazado y tu familia va a sufrir todas las consecuencias. La vida te pone los retos y uno acepta eso según su conciencia y su corazón de uno.