Elegía al río

Elegía al río

River (Jennifer Peedom & Joseph Nizete, 2021)

La historia de la humanidad es indisoluble a la historia de los ríos. Las primeras civilizaciones se construyeron en torno a estos, buscando que sus inmensos caudales de agua proporcionaran la vida suficiente a sus cultivos. Así pues, si hacemos un repaso por la Historia, nos encontramos con antiguos asentamientos como la aldea de Çatal Hüyük, por donde pasaba un afluente del río Çarsamba; también con las primeras grandes manifestaciones urbanas como Uruk y Eridu en Mesopotamia (recordamos que su nombre significa “entre ríos”); en Palestina también tenemos la histórica ciudad de Jericó que es atravesada por el río Jordán; pero, posiblemente, el caso más conocido es el del Antiguo Egipto con las subidas del río Nilo, aprovechando este para construir una red de canales que alimentasen su producción agrícola.

No hace falta citar más ejemplos para darnos cuenta de que los asentamientos humanos se dan siempre en torno a los recursos acuíferos más cercanos. Lo que viene a significar, en otras palabras, que el agua es sinónimo de vida. Entendiendo esto, el documental atraviesa de forma poética –gracias al texto del escritor Robert Macfarlane y la potente y rasposa voz de Willem Dafoe– por una incesante reflexión sobre los ríos y cómo la humanidad se ha asociado a estos. Al texto de River habría que sumarle unas imágenes que convierten al documental –que en teoría debería ser contemplativo– en una inmensa epopeya visual.

River es un trabajo muy cercano a Mountain (2017), también una obra de Jennifer Peedom que reflexionaba de una manera muy similar sobre el poder de las montañas y nuestra fijación hacia estas. El montaje nos desvela una primera parte de aires panteístas que recuerda al lenguaje del director Terrence Malick donde la belleza hace acto de presencia con asombrosos paisajes, con una fotografía aérea espectacular, con movimientos de dron sobrecogedores y con una apuesta clara por demostrarnos la inconmensurabilidad de los ecosistemas. La segunda parte, en cambio, reflexiona sobre la ruptura de la naturaleza salvaje de los ríos para mostrarlos domesticados por los humanos y posteriormente –en una continua degradación que va in crescendo– para manifestar su muerte.

El filme adquiere poco a poco un discurso crítico con respecto al poder transformador de la humanidad, al mismo tiempo que deja claro que a pesar de ser culpables de los destrozos medioambientales también está en nuestra mano regenerar un recurso tan degradado, por lo que nos enseña esa doble vertiente que transita entre la más dura negatividad y la más amable de las esperanzas, como si sus directores quisiesen mostrar al mundo que, al hacer algo bien, tendremos la recompensa de volver a ver paisajes así, de volver a sentir la vida que nos proporciona el agua.

La obra de Jennifer Peedom y Joseph Nizete sobrecoge. Es un documental que está en las antípodas de lo convencional, reivindicando a través de una belleza que sigue latente en algunos lugares de nuestro planeta, la paulatina degradación y desaparición de los ríos, para recordarnos a través de una poesía sutil y seductora del voice over y de la banda sonora –que tiene un componente narrativo y emocional descomunal– su relación inseparable con la humanidad.

Asimismo también tiene una fuerte carga metafórica desde su fotografía, con paralelismos que juegan a crear nuevos significados y nuevas referencias que enriquecen la puesta ideológica de un documental que ya de por sí es lo suficientemente rico. Juega a crear elementos de comparación por semejanza, donde las ramificaciones de los ríos parecen convertirse en árboles, que nos recuerdan que el agua también es un recurso que oxigena nuestro planeta. Ramificaciones que, por otro lado, parecen cortarse ante la intervención humana, pero que en un plano antitético nos desvela que estas llegan más allá de un horizonte que no vemos, como un símbolo del futuro mencionado continuamente por la voz del narrador.

En definitiva, River es un poema sobre los ríos y sobre su relación con diferentes manifestaciones culturales, es una elegía sobre el medio natural y al mismo tiempo un canto a la esperanza y una reivindicación de la belleza, un llamamiento a cuidar nuestra tierra otra vez, dándonos a entender que el destino de los ríos y el de la humanidad fluyen en un mismo camino.

-Santi  Lecuona