Marie Christina Kolo: “No somos un pueblo vulnerable, solo reclamamos a los países ricos que detengan la contaminación”

Marie Christina Kolo: “No somos un pueblo vulnerable, solo reclamamos a los países ricos que detengan la contaminación”

“Nosotros no somos un pueblo vulnerable, nosotros solamente estamos reclamando a los países ricos que detengan la contaminación, que detengan la emisión de gases”. Con esta contundencia y claridad se expresó la lideresa ecofeminista de Madagascar, Marie Christina Kolo, unas horas antes de recoger el Premio Brote Activismo Medioambiental en la 24ª edición del Festival Internacional de Cine Medioambiental de Canarias (FICMEC) en Garachico. 

“Estamos haciendo lo mejor para encontrar soluciones positivas”, dice Kolo cuando explica la actividad de la ONG que creó en su país, GreenNKool, para canalizar la fuerza creadora de jóvenes ambientalistas que afrontan las consecuencias del cambio climático en su país. 

“Madagascar está sufriendo la primera hambruna directamente relacionada con el cambio climático”, subrayó al recoger el premio en la sala del convento de San Francisco, donde volvió a reunirse el público después de dos años en la gala inaugural de esta edición, convocada bajo el lema Renacer. Kolo dedicó el Brote de FICMEC a “todas las comunidades invisibles en el país para que se escuche su voz a nivel internacional y a toda la juventud feminista y activista que lucha cada día, no es fácil luchar”, dijo.

En Madagascar “el cambio climático no es un concepto, es una realidad”, insiste cada vez que describe la situación de su país.  “Enfrentamos ciclones, sequías y condiciones extremas”, entre ellas, una sequía tan severa que ha causado la primera hambruna climática en el mundo, según la ONU. 

Sin embargo, la gente joven en Madagascar busca soluciones. Gente como Kolo, que, al ser nacida en 1989 ya no se considera tan joven, pero que lleva desde los ocho años movilizada por las consecuencias de la crisis climática, que amenaza el territorio y las condiciones de vida básicas en su país. Son más de 20 años de activismo y de estudio, toda una vida dedicada a “amplificar la voz de las comunidades locales invisibilizadas que están luchando contra las consecuencias del cambio climático”.

La vida opulenta e inconsciente que se promueve en los países del norte recae en los del sur con todo su impacto medioambiental y social hasta el punto de llevar a las generaciones más jóvenes a cuestionar no solo este modelo de producción y consumo que genera los gases de efecto invernadero, que calienta la tierra y distribuye el agua caprichosa y violentamente. 

La crítica va más allá y por eso el activismo de Kolo no es solo ambientalista, es también feminista, ecofeminista. “Esto es lo mío”, dice con entusiasmo alegre cuando se le pregunta por la relación entre ambas luchas. “La gente no sabe cuál es la relación entre el feminismo, el género y el cambio climático. Para mí es una realidad. Entre las principales consecuencias del cambio climático en nuestras sociedades tradicionales, en países en desarrollo, como Madagascar, las más afectadas son las mujeres”. 

Después del enunciado vienen los ejemplos, inacabables y atroces: cómo el matrimonio tradicional relega a las mujeres a priorizar a los hombres, que comen alimentos y beben agua en primer lugar cuando estos recursos básicos escasean; cómo las mujeres utilizan tierra para absorber la regla cuando falta agua para lavarse o cómo se multiplica el trabajo de las mujeres al ser las encargadas de buscar y acarrear el agua en caminos en los que los kilómetros se hacen más largos a medida que las fuentes se secan y el agua retrocede; o cómo las mujeres son las primeras que mueren en las inundaciones que provocan los ciclones porque nadie se molestó en enseñarlas a nadar. 

“Hoy en Madagascar un millón y medio de personas padece hambruna y las mujeres son cuatro veces más propensas a la desnutrición en comparación con los hombres. Cuando hablamos del agua, hay que hablar de la injusticia y la desigualdad hacia las mujeres”, sentencia. 

“Habitualmente, cuando la gente escucha ‘Madagascar’, se queda pensando en la película o la canción… Nosotros somos un país real, con personas reales. Estoy muy contenta de que en las Islas Canarias hayan escuchado sobre nuestros esfuerzos y de que los reconozcan y confío en que le llegue a más gente lo que estamos haciendo”.