Mujeres

Mujeres

Eso de que los hombres somos de Marte –de la guerra– y las mujeres son de Venus –del amor– es un tópico de doble filo, del que no es conveniente abusar. Dicho esto, debo confesar que siempre me ha resultado mucho más sencillo trabajar en aquellos entornos en los que ellas son mayoría, y muy especialmente cuando la coordinación de todo el trabajo está en manos de una mujer. Huyendo nuevamente de los peligrosos tópicos, no diré aquello de que las mujeres son más solidarias y los hombres más competitivos. No me interesan esos tópicos, pues no puedo demostrarlos ni rebatirlos. Por lo tanto, me limito a acogerme a mi experiencia para afirmar que trabajar con mujeres, y a las órdenes de mujeres, es bueno para mí. Y punto.

 

A mi alrededor están cada día Leticia, una supercomputadora de carne y hueso –ella es la jefa–; Adtemexi, una periodista gigante que aún no se ha dado cuenta de lo alta que es; Luz, con un agujero negro en cada pupila para atraer hacia sí todo lo que significa su nombre; María, elegancia, discreción y verbo en estado puro; Sandra, Amanda, Ani, Tere, Cris, Irina, Paloma… Ellas llevan en volandas el peso del trabajo con venusina alegría y nos enseñan a los presuntos hijos de Marte a comportarnos como hermanos y no como soldados.

 

Para colmo –y que me perdone aquel que se ofenda después de leer estas palabras–, todo lo que hacen las mujeres lo hacen sin necesidad de que quienes nos dirigimos a ellas tengamos que recurrir al redundante desdoblamiento de género, lo que demuestra que para hacer visibles a las mujeres no hay que auparlas a lomos de artificios gramaticales como decir «amigos y amigas», y mucho menos «amigues»: es suficiente con dejarlas ocupar el lugar que les corresponde.

 

De ellas es el mérito y a ellas les doy las gracias. También al director del festival, pues si este invento no lo comandara una persona sensible, modesta e inteligente como David Baute –que es quien determina el perfil humano del equipo que hace posible el FICMEC–, sino alguien como Pablo Motos (por poner un ejemplo), me temo que la testosterona, jaleada por chistes fuera de lugar, comentarios fuera del tiesto y órdenes fuera de toda lógica, contaminaría y acabaría por usurparle su lugar a la atmósfera amistosa, eficiente y femenina que me rodea y me inspira en estos días. 

 

Ramón Alemán

Foto: Dani de León