Yusuf

Yusuf

 

Con su aire de galán medio hippy y su sonrisa melancólica, Yusuf parece un espectador más de las pelis que se proyectan en FICMEC. Es estadounidense y vivió bastantes años en Barcelona, lo cual explica ese perfecto español –aunque con acento– con el que dice «buena pregunta…» y «hola, guapos». Yusuf, además, lleva ya casi una semana en Garachico, así que se ha convertido en uno más entre la maraña de caras conocidas que cada día se cruzan y se saludan en la sala y las oficinas del festival, y también en las calles del pueblo. Yusuf es amable y tiene cara de estar pensando en otro asunto, pero me da la impresión de que realmente tiene muy claro lo que escucha y lo que observa.

Ahora vamos con Yusuf Razzaque: después de estudiar producción de cine y psicología en la Universidad del Sur de California, este hombre se mudó a Barcelona en el año 2000 y dice su biografía que allí recuperó –aunque lo más probable es que nunca lo hubiera perdido– su interés por el arte: en Cataluña trabajó como profesor mientras producía, dirigía y actuaba en varias obras de teatro e instalaciones de vídeo. Pero hace tres años algo lo llevó a dejar Barcelona y marcharse a Kenia, donde, en colaboración con Javier Marín, realizó el documental Owino, en el que ofrece una minúscula muestra de la terrible acción del capitalismo en África.

Ese documental es lo que lo ha traído hasta FICMEC, además de su papel de coordinador del taller Ecocine Exprés, con el que jóvenes estudiantes de Tenerife producen un corto a lo largo de los días que dura el certamen. Y es aquí, en el seno del festival, donde ambos –Yusuf y Yusuf Razzaque– se han dado la mano para mostrarnos cómo un hippy desenfadado puede ser, a la vez, una persona comprometida en la tarea de difundir por el mundo, mediante su cine, los efectos devastadores de la codicia humana.

Ramón Alemán
Foto Luz Sosa