01 Jun Como en casa
Michael Schlamberger, director del documental The Canary Islands, se presentó ayer miércoles por la tarde, de buenas a primeras, ante el personal de prensa de FICMEC. Horas antes le habían dicho que –cuando él pudiera– le iban a hacer una pequeña entrevista para enviársela a las televisiones. No había prisa, pero él se plantó en el convento de San Francisco en cuanto tuvo ocasión. Después, en la entrevista, dijo que este festival no es el más grande de los que él conoce, pero sí es el más cálido y en el que más atendido se siente.
Tal vez por eso –o quizá simplemente porque él es así–, Schlamberger se muestra en todo momento sonriente y está a disposición del festival para lo que quieran de él: terminada la entrevista, no le importó en absoluto quedarse un rato hablando con la fotógrafa y el cámara que lo habían bombardeado minutos antes con sus objetivos y que ahora volvían a bombardearlo, pero a preguntas.
Ese mismo cámara decía después que la actitud del director austriaco es comprensible, porque “cada uno da lo que recibe”, que es lo mismo que dice el cantante Jorge Drexler en la canción Todo se transforma. Ese mercadeo de buenas vibraciones es una de las señas de identidad de FICMEC, y también –hay que decirlo– de otro festival tinerfeño en el que yo tengo el inmenso privilegio de trabajar todos los años: MiradasDoc, en Guía de Isora.
Estos dos encuentros con el cine tienen mucho en común: son pequeños, son modestos, se celebran fuera del área metropolitana de Tenerife y traen a la isla películas, autores y actividades que se salen (afortunadamente) de lo que cabe esperar de las salas de cine convencionales y de los circuitos culturales de las capitales canarias.
FICMEC está tan bien hecho que si algún gestor cultural soñara con llevarse el invento a otra parte –a Santa Cruz o a La Laguna, por ejemplo– lo tendría bastante crudo, porque este festival funciona bien solamente aquí, de la misma manera que MiradasDoc funciona bien en Guía de Isora pero no lo haría en la capital de la isla. ¿Por qué? Porque el éxito de estos encuentros reside en factores intangibles que se podrían traducir con palabras como familia, pueblo, camaradería, solidaridad, entendimiento…
En FICMEC nadie lleva corbata ni tacones (un calzado que, por otra parte, es imposible usar en el convento de San Francisco); hay reuniones, pero son invisibles; hay talento, pero no hay presunción. Las personas que hacen posible este festival almuerzan y cenan en una mesa situada en la parte más destartalada del convento, y si alguna no está es porque se va a comer a su casa, que estará necesariamente a escasos metros. Alguno hasta echa una cabezadita en plena proyección. Si eso no es como estar en casa…
Les auguro larga vida a FICMEC y a MiradasDoc porque son festivales hechos con valentía, talento y humildad. Y espero que nunca sean exportados a ninguna otra parte. Si eso ocurre, que les vaya bonito y que preparen las corbatas y los tacones.
Ramón Alemán
Foto Luz Sosa