Aroma a trufa

Aroma a trufa

Cazadores de trufas (Michael Dweck & Gregory Kershaw, 2020)

Un documental que respira aroma a añejo… ¡Y a trufa! La propuesta de Michael Dweck y Gregory Kershaw es insólita desde el punto de vista del contenido, pero también de la forma.

El filme es un homenaje a la figura de esos buscadores de trufas y sus canes. Por suerte, no solo se queda en un vago retrato superficial, sino que se establece como un reflejo del cambio del sistema hacia un capitalismo más salvaje, destructivo y avaricioso, mostrando la derivación del mercado a postulados más extremistas.

Los viejos “cazadores de trufas” disfrutaban de la recolección de hongos y del contacto con el medio natural y de sus animales, al mismo tiempo que aspiraban a hacer negocios con el preciado material que recogían de las entrañas de la tierra. Esto, para ellos, era algo más que un bien con el que comerciar, era una forma de vida, una pasión por la cual se sienten realizados (decimos sienten porque algunos de ellos se han rehusado a abandonar la caza de trufas). Por otro lado, el comercio actual, que cada vez paga precios más estratosféricos por el hongo, no le importa nada más que la rentabilidad económica, por lo que al final el conflicto del documental se nos presenta claramente ante nuestros ojos.

Por si no fuera poco, el retrato de los empresarios resulta tan acertado como exacerbado, al pintarlos como si fueran miembros de la mafia por las actividades que desarrollan a lo largo del metraje: conversaciones que hablan de los límites del territorio, mercado negro, compra de trufas a la baja, etc.

No obstante, Cazadores de trufas no es solo un filme potente en contenido, sino que tiene una forma muy ambiciosa. La fotografía se compone de planos estáticos con composiciones que tocan en muchas ocasiones la simetría –para reflejar la rectitud y la ficción que hay en torno al mundo comercial– y en otras tantas ocasiones juega con planos compuestos de manera muy pictórica que recuerda a las pinturas costumbristas del barroco. A su favor hay que decir que el filme parece tener decorados creados ex profeso en lugar de localizaciones naturales, dando la sensación de que hay un marcado trabajo desde la dirección de arte, que es precisamente lo que aporta ese toque añejo y esa estética peculiar.

En definitiva, el documental es un retrato y un homenaje a estos hombres que durante años se han dedicado a la recolección de trufas, pero también es una crítica al endiosamiento de un producto preciado cuyo corte elitista establece un mercado desigual e injusto, a la par que una competencia desleal.

 

-Santi Lecuona