05 Jun Hallazgos
El final del Festival Internacional de Cine Medioambiental de Canarias ha sido para mí como el último día de esos veranos en los que los chicos se despedían de sus nuevos amigos con tristeza, nostalgia y todo un potaje de sentimientos en ebullición. Este verano de nueve días en Garachico ha sido una experiencia profesional arrolladora para quien les escribe, que vino a este pueblo embriagador pensando que ya lo había visto todo en eso de hacer labores de prensa bajo presión y formando parte de una maquinaria en la que hay productores, relaciones públicas, traductores, fotógrafos, cámaras, chóferes y todo lo necesario para que festivales como FICMEC funcionen.
Me equivoqué: no lo había visto todo. Aunque he trabajado en encuentros similares a este, la insólita combinación de calidez en lo personal y perfección en lo profesional que se da en Garachico nunca la había visto, y eso ha sido posible, en el primero de los aspectos citados, por una serie de valores intangibles a los que ya me referí en este mismo diario días atrás con palabras como pueblo, camaradería, solidaridad, entendimiento…
En cuanto a lo segundo –la profesionalidad–, nos encontramos ante un caso de formación continua que es digno de estudio por parte de esos expertos que se dedican a asuntos a los que les ponen nombres rarísimos como desarrollo local, emprendimiento o sinergia. El director de FICMEC, David Baute, hizo el otro día una reflexión que comparto plenamente: el núcleo duro del festival está formado por personas jóvenes (la edad media ronda los treinta años) que son de Garachico y que se han hecho gente de provecho trabajando con empeño no solo durante la semana que dura el encuentro, sino en su preparación y en los días posteriores, que son tan intensos como los demás.
Son personas como Leticia Dorta, jefa de prensa del Ayuntamiento de Garachico y columna que sostiene buena parte del peso del festival. La jefecita, que conoce a la mayoría de sus compañeros desde la cuna, ejerce de manera invisible una autoridad que es totalmente compatible con la amistad. Dani Gutiérrez, responsable de producción, es un hombretón en bici que trabaja codo con codo con los mismos pibes con los que hasta hace pocos años gamberreaba por las calles de Garachico: Manu Domínguez, Alejandro Valdivia, Tere León… Iván Gorrín, el jefazo silencioso y sereno de la sala de proyección, se formó aquí y ya trabaja en otros encuentros, como MiradasDoc, igual que Baute, que es una de las cabezas pensantes de ese otro festival. La lista es larguísima: Claudia Palenzuela, encargada de la web y de redes sociales; Dani de León, cámara del festival; Indira Castro, relaciones públicas y traductora; Javier Poleo, también relaciones públicas; Ani González, secretaria; Amanda Barrera, la que hace las cuentas…
Y, atraída por este imán, se sube al carro con la misma energía gente de los municipios cercanos, como César González y Noli Alonso, en tareas de producción; Luz Sosa, fotógrafa…
Todos ellos están ya preparados para desempeñar en otros festivales las mismas funciones que llevan a cabo aquí. Y para ello no ha sido necesario engordar un currículum ni hacer prácticas en Madrid ni cursar un máster. Lo han hecho sin salir de Garachico, ese lugar del que uno se marcha con la melancolía que da el saber que el verano acaba de terminar.
Ramón Alemán
Foto Luz Sosa