19 Jun Soberanía alimentaria
Sovereign Soil (David Curtis, 2019)
Tr’ondëk Hwëch’in, con su sede principal en Dawson City, es la primera nación de Yukón, un territorio montañoso del noroeste de Canadá. Sus habitantes son descendientes de los indios nativos del lugar, a los que se le han sumado personas provenientes de otros lugares de América que han llegado con la promesa de cultivar en tierra fértil.
El documental de David Curtis retrata la vida agrícola de los pueblerinos, su lucha contra el frío invierno y la prosperidad de la primavera y el verano, donde recogen sus cosechas y aprovechan los pequeños excedentes para crear una pequeña economía. La idea, el verdadero objetivo del pueblo, es la de mantener el conocimiento tradicional de la tierra –la heredada por esos “maestros de la tierra” – para lograr la subsistencia, pero también para acercarse a la –casi imposible– soberanía alimenticia.
Plantean el grave problema de que menos del 10% de la comida del territorio es local, es decir, que todo viene importado. En los supermercados se pueden comprar productos provenientes de todas partes del mundo, con frutas y verduras que han dejado una gran huella de carbono y cuya calidad es muy dudosa. La alternativa de los ciudadanos es ofrecer comida fresca y local, sin huella de carbono, y por eso han creado lo que se denomina como “working and training farm”, un lugar donde se recogen esas tradiciones heredadas para aplicarlas a una enseñanza y experimentación agrícola.
Para los habitantes de Dawson City, Yukón es un territorio que puede producir el 50% de la comida que consumen por la grandes condiciones de la tierra; orientando, al mismo tiempo, la profesión del granjero como “una celebración del trabajo bien hecho”.
La cuestión del documental en definitiva viene derivado de una fuerte creencia en la que se defiende que el problema es el desconocimiento que tenemos sobre los productos que consumimos y hacia dónde van nuestros desechos. Así como defender que la soberanía alimentaria es una solución efectiva y radical a muchos de nuestras cuestiones negativas como especie.
Y, aunque parezca que la localidad vive al completo de la agricultura y ganadería, lo cierto es que su economía principal está centrada en el turismo gracias a los 60 mil habitantes que reciben al año (cuestión que no se refleja en el filme). De ahí que se plantee también la posibilidad de la soberanía alimentaria y las dificultades que tienen muchos agricultores para poder sacar su trabajo adelante, así como los constantes indicios que hablan sobre una posible emigración, tal y como les sucedió –más duramente– con la fiebre del oro.
-Santi Lecuona