27 May Una naranja entera
¿Ustedes dirían que el hombre que aparece en la imagen está muy delgado? Si su respuesta fuera que sí y Carlos Casabona –que es el señor de la foto– estuviera ante ustedes, refutaría tal afirmación con argumentos muy sólidos y con un arte para la comunicación y la seducción que está reservado a unos pocos elegidos. Y es una fortuna que, al menos en este caso, sea un pediatra, y no un político o un empresario, el propietario de esa porción de talento para el discurso, porque sabe tanto sobre las íntimas relaciones entre el cuerpo humano, la nutrición y la felicidad que sería una pena que su inmenso caudal de sabiduría tuviera que quedarse encerrado en su privilegiado cerebro.
Carlos Casabona, que es de Zaragoza pero hizo el MIR en Tenerife, está de nuevo en nuestra isla –en la que vivió cinco años y a la que vuelve encantado– por invitación de FICMEC, para dar una charla (lo hizo esta misma tarde) titulada Si tu dieta es saludable, el planeta te lo agradecerá. Su exposición, amena, vibrante y llena de humor, estaba destinada a que comprendiéramos cómo afecta al medio ambiente nuestra alimentación. Y nos contó cosas tremendas, como que para que ustedes o yo nos comamos una chuleta de ternera es preciso gastar previamente miles de litros de agua dulce –es la famosa «huella hídrica», de la que cada vez se habla más, afortunadamente–. Les aseguro que la próxima vez que quiera zamparme una me lo pensaré dos veces, y eso que me fascinan.
Antes de esa charla tuve la oportunidad de hablar un rato con él, y la conversación giró en torno a cosas que tienen que ver con la medicina, pero también tocamos asuntos en absoluto relacionados con su profesión: no solo me recitó los primeros versos del famoso soneto A un hombre de gran nariz, de Quevedo, sino que acabamos comentando intrascendencias de Twitter y me hizo alguna que otra reflexión sobre la codicia humana. Siempre que me ocurre eso de hablar de cualquier cosa menos de lo que toca con alguien que tendría muchísimo que enseñarme sobre su especialidad sé que estoy ante un ser humano extraordinario.
Por eso yo, que hace dos meses fui diagnosticado por mi médica como paciente con riesgo cardiovascular alto, tendré que hacerle caso a Carlos y dejar de tomar el jugo de tres naranjas que me preparo cada mañana desde la visita a la doctora y del que tan orgulloso estaba. Casabona me explicó que extraerle a la fruta su jugo y luego ingerirlo no es del todo bueno para nuestro cuerpo (su argumentación fue larga y solo les diré que el asunto tiene que ver con la manera en que las sustancias que contiene el líquido llegan al páncreas); en lugar de eso, es mejor tomar una sola naranja, pero entera y con toda su fibra.
Me duele mucho tener que decirle adiós a mi jugo mañanero, pero Carlos Casabona, un hombre sabio, sano y feliz, sabe de lo que habla y también sabe convencer. A partir de ahora, mis días comenzarán con una naranja entera.
Ramón Alemán
Foto: Rosa Verde